Por Eduardo Anguita. No suelo involucrarme en debates sobre medios y poder. Al menos mientras trabajo en empresas periodísticas. Lo hice en varias oportunidades y hasta publiqué un libro (Grandes hermanos, Coihue, 2003) porque lo hacía desde mi casa. No era sospechoso de hacerlo por encargo. Pero la decisión de los nuevos dueños de radio Del Plata de cambiar el programa de la primera mañana provocó una ola de gorilismo en cerrada defensa de Nelson Castro, a quien muchos conductores de radio y televisión (empresarios periodísticos que además son periodistas) decidieron salir a apoyar estruendosamente.
Castro tenía un contrato con la radio que manejaba Marcelo Tinelli y sus nuevos dueños, la empresa Electroingeniería, prefirió pagarle pero poner en ese horario a otro conductor. Es decir, el Castro empresario (que a su vez contrata a sus colaboradores) salió ganando. Pero el Castro periodista salió por todos los programas a buscar solidaridad por la falta de libertad de expresión. El Castro periodista que además(…), en todas esas rondas, se olvidó de mencionar que un centenar de muchachos y chicas del diario La Nación fueron despedidos a lo largo de 2008. Claro, no son Periodistas con mayúsculas como él, o como otros que, además de trabajar en grandes grupos de comunicación, tienen sus propios emprendimientos. Para que se entienda claro: en el capitalismo se puede ganar plata de muchas maneras. Dos de ellas, legales, son a través de un sueldo -alto o bajo- o de una ganancia. La primera forma es la del trabajador asalariado y la segunda la de un empresario.
Libertad de prensa y libertad de empresa.
Ernesto Tenembaum publicó hace unos días en la revista Veintitrés un artículo que tituló La estupidez al poder, donde destaba dos, según él, estupideces: 1.-El gobierno ordenó (sic) ocultar las cifras de la recesión. 2.-Un grupo empresario oficialista decidió despedir a Castro. Albert Einstein dijo que, al igual que el universo, la estupidez humana no tiene límites. Eso nos tranquiliza a todos. Nos pone a la altura de mortales y nos permite mezclar al Indec con Electroingeniería. Pero, a riesgo de convertirme en un estúpido, me gustaría preguntar si Tenembaum escribió esto desde su lugar de opositor al trabajar para el grupo Clarín o desde su oficialista columna de Veintitrés, porque podría haber aclarado que Sergio Szpolski, a cargo de la comercialización de radio Del Plata, es también el editor empresario de la revista donde publicó su artículo. A riesgo de no ser estúpido, sospecho que ningún periodista con programas en TN o Radio Mitre se metería con alguna de las decisiones de sus dueños. Pero como no tengo problema en asumir la cuota de estupidez einsteniana me pregunto: ¿Corresponde que un periodista se tire contra la empresa para la cual trabaja?
Hace muchos años, el abogado y militante Manuel Gaggero me contó algo muy ilustrativo. Siendo Hugo Anzorreguy jefe de la SIDE, invitaba a viejos colegas de la CGT de los Argentinos y de la Resistencia Peronista a sumarse al menemismo. Algunos recibían ofrecimientos para la llamada Inteligencia de Estado, otros para ser jueces. Anzorreguy recibió a Gaggero en su importante piso del palacio Estrugamou, en la callle Esmeralda, donde vivía unos pocos elegidos y sólo algún periodista empresario llegó a conseguir un piso. «Qué tal, Manuel, ¿no te gustaría ser juez laboral? Tenés 11 lucas de sueldo y tiempo para hacer política», le dijo Anzorreguy. Gaggero, con timidez, le contestó: «Hugo, yo no soy menemista. Estoy con Pino (Solanas)». El titular de la SIDE sabía perfectamente dónde estaba Gaggero: «Manuel, ya sé que estás con Pino. Pero eso es para muchachear».
Hay muchos periodistas que no tienen un lugar para trabajar y otro para muchachear. Por respeto a ellos no le demos tanta bola a las verdades de Einstein y pongamos ambos pies (el derecho y el izquierdo) sobre la tierra.
(Miradas al Sur)













