Llegaron a Paraná alrededor de 70 científicos y artistas que se embarcaron en esta travesía de 20 días por los ríos de la Plata, Paraná y Paraguay. La misión parece simple pero poco practicada, dialogar, intercambiar conocimientos. Biólogos, periodistas, artistas, economistas, geógrafos, gastrónomos, participan de esta suerte de congreso flotante. Arribaron el domingo, se quedan hasta hoy y siguen viaje hacia Asunción, intercambiando pareceres y conocimientos sobre el río y su sustentabilidad.
Tal como los viajes de Alexander von Humboldt o Charles Darwin, esta comitiva de astrofísicos, músicos, plásticos, biólogos y geógrafos de Argentina, Paraguay, España y Holanda, emprendió una travesía que surca los ríos de la Plata, Paraná y Paraguay.
Viajar es un placer, se sabe. Pero también significa la posibilidad de conocer, mirar las cosas desde otro ángulo. Así lo entendieron los alrededor de 70 científicos y artistas que se embarcaron en esta travesía de 20 días por los ríos de la Plata, Paraná y Paraguay. La misión parece simple pero poco practicada, dialogar, intercambiar conocimientos. Biólogos, periodistas, artistas, economistas, geógrafos, gastrónomos, participan de esta suerte de congreso flotante. Es que arriba del gran barco, por caso, un astrofísico dio cátedra sobre cómo leer el cielo nocturno.
Indica El Diario que a a partir de un proyecto de la Red de Centros Culturales de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), surgió esta iniciativa de hacer una expedición fluvial científico-cultural denominada Paraná Ra’Anga (“la figura del Paraná”, en guaraní). Salieron del puerto de Tigre el 8 de marzo y el 31 de este mes tienen previsto cerrar la travesía en Asunción, Paraguay.
Según definen los expedicionarios, es un viaje de acercamiento a la cultura fluvial, sus paisajes y la realidad medioambiental de la región. Este domingo llegaron a Paraná. De allí, una parte del grupo se trasladó hasta el Jardín Botánico de la Facultad de Ciencias Agropecuarias (UNER) de Oro Verde, para conocer este patrimonio verde y luego degustar quesos de los productores de la zona.
Se quedarán por acá hasta hoy, participando de diferentes actividades, muestras, presentaciones de libros científicos y recorridos por la capital entrerriana y las islas.
La iniciativa es una mezcla rara, tiene un poco de utopía y otro componente de innovación. Así lo describió Anna Subirats, una joven geógrafa española sumada al proyecto. Ella trabaja en temas de urbanismo y estrategias urbanas y al ser consultada sobre sus expectativas en torno al viaje, señaló que le interesa ver “cómo esta experiencia piloto funciona con diferentes disciplinas, saber si es viable o no y qué resultados genera. Me interesa el tema del viaje como aprendizaje, recorrido, como los que viajaron en el siglo XIX. Ahora todos nos movemos de un origen a un destino y a veces lo importante está en lo que te cruzas en el medio. Eso es lo bonito de este viaje”.
Subirats explicó que los geógrafos son los encargados de estudiar la relación entre los humanos y la naturaleza, pero lo que más le interesa “es conectar entre las distintas disciplinas, recuperar más metodologías artísticas para poder transformar las ciudades. Pienso que el reto es poder unir el mundo social con el de las ciudades y el de los artistas que viene como excluido y hacer un territorio más humano y habitable, con más participación”.
Varios fueron los motivos que entusiasmaron al artista plástico rosarino Daniel García, otro de los expedicionarios. Entre ellos, la posibilidad de estudiar en profundidad el género paisaje. “Estuve estudiando a lo largo de la historia distintas concepciones del paisaje y la relacion de éste con los dibujos de exploración de naturalistas del siglo XIX, eso en la previa y durante el viaje porque me traje varios libros y además hay una biblioteca importante en el barco. Me traje para leer distintas cosas, desde cuentos de Horacio Quiroga hasta un tratado sobre el paisaje romántico de Rafael Argullol, El entenado de Juan José Saer, las crónicas de Ulrico Schmidl -que fue la primera crónica de un viaje por el río de la Plata en el siglo XVI-. Me traje material para hacer apuntes y ver cómo eso se transforma en pintura. Me interesa hacer un registro de las distintas visiones que voy teniendo del río, contactar a artistas de distintas zonas y armar una red para comunicarnos más estrechamente”, comentó el pintor.
“Más allá de los objetivos de esta expedición, es un llamado de atención, es poner el foco en el río que creo, no se va a terminar al finalizar el viaje. Es un punto de partida para estrechar lazos entre pueblos que comparten una misma cultura fluvial”, agregó el artista al tiempo que valoró la importancia de asumir esta expedición “con los ojos bien abiertos y dispuestos a mirar más que reconocer lo que uno ya sabe”.
El río como universo simbólico
El músico Jorge Fandermole conoce bien estos ríos pero fragmentariamente, de a tramos, dijo y aclaró que al Paraná, lo navegué de Misiones a Corrientes, de Paraná a Coronda en embarcaciones a remo. Pero en esta ocasión lo atractivo, lo nuevo, está en la “figura del río” -así se llama la expedición- “que tiene que ver con la percepción de esa navegación contra la corriente del río que estamos haciendo”, ilustró el músico.
“Ese contacto con el río que baja mientras uno lo sube corriente arriba tan lentamente, tener contacto con ese paisaje, me parece lo más importante porque uno no tiene la oportunidad de estar tantos días navegando el río arriba, en contacto con la cultura costera. Y el río vertebra toda la expedición y es lo más atractivo, junto con todas las relaciones que ello significa”, se explayó.
En lo que va de esta primera semana de viaje compartido, “ya se nota que las interacciones entre los tripulantes son nutritivas. Por ejemplo un cocinero como Ignacio, con conocimiento de la cocina de su país, Paraguay, va a hacer un taller sobre los distintos tipos de chipa y las diferencias entre las recetas originales y las de ahora; un astrofísico nos mostró cómo evoluciona la constelación de Orión, y es fascinante.
A pesar de las vicisitudes de esta expedición, se está haciendo y va a resultar en una apropiación de lenguajes que a cada uno le va a significar un cambio”, subrayó Fandermole.
Su mochila se está cargando de nuevas miradas. “El paisaje me resulta atractivo, así como la cultura de río y ver qué significa el río como universo simbólico, como soporte cultural y no sólo como medio que puede ser utilizado indiscriminadamente. Hay una conciencia acerca del río que hay que recuperar, debe ser pensado desde un lugar de sustentabilidad. Está claro que el río se ha modificado mucho, lo sabemos por la pesca artesanal que ha cambiado, y vemos que el río como sustento ya no es lo que era.
Desde mi punto de vista es preciso encarar una visión del río como soporte cultural, con sus imaginarios y poéticas. Creo que es imprescindible que el río deba conservarse como un lugar vivo, sustentando una cultura de la costa”, precisó para enseguida compartir su visión esperanzadora del asunto: “Lo que se modifica del ambiente tiene consecuencias en diversos niveles de la actividad humana y en el imaginario. Confío en que la expedición sirva para ver ese tipo de riesgos en el que deteminadas visiones tienen del sistema de río actualmente”.
Por otro lado apuntó otras búsquedas: “Pretendo establecer contacto con las músicas del litoral de las que tengo una influencia muy grande pero siempre digo que los géneros del litoral en ambientes urbanos no están instalados. De algún modo vengo a renovar el vínculo con el chamamé, el rasguido doble, todos contactos preexistentes con el Negro Aguirre en Paraná y Coqui Ortiz en el Chaco”.
(La Nota digital)













