El periodista y columnista político de Página/12, Horacio Verbitsky, expuso en Paraná su visión sobre “La Argentina mediatizada”. Verbitsky hizo especial hincapié en el rol de Clarín y La Nación frente al gobierno nacional, habló de grandes negocios paralelos y subrayó que “a veces es importante lo que se dice en los medios, y a veces es importante lo que se calla”.

La cita se enmarcó en el Ciclo de Charlas por los 20 años del Semanario Análisis y tuvo lugar este sábado en la Sala Mayo de la Costanera paranaense, ante un auditorio compuesto por sectores políticos, gremiales, educativos y público en general.

Indica Análisis que el moderador Juan Carlos Bettanín, actual director de radio LT14-, ensayó una breve introducción y cedió la palabra a Horacio Verbitsky. Sin preámbulos, el periodista de Página/12 se abocó a analizar el tema convocante de la noche: “La Argentina mediatizada”, volviendo sobre determinadas expresiones del panel del viernes, que había presentado en una misma mesa a Ernesto Tenembaum, Miguel Bonasso y Nelson Castro.

“Me llamó la atención que uno de los panelistas dijo que el actual gobierno había sido mejor tratado que cualquier otro por los medios”, introdujo Verbitsky marcando diferencia con la postura de Ernesto Tenembaum en cuanto al conflicto desatado entre el gobierno y el Grupo Clarín. “No voy a juzgar intenciones, ni me interesa hablar de las personas sino de los conceptos”, continuó, y para ello se remontó a un editorial publicado en tapa en el diario La Nación pocos días antes de que Néstor Kirchner asumiera la presidencia en 2003. En ese editorial, “su subdirector José Claudio Escribano sostuvo que la Argentina había decidido darse gobierno por un año, y atribuyó ese vaticinio a fuentes que no identificó de Washington”, precisó Verbitsky y contextualizó el artículo en la “crisis tremenda que vivía la Argentina desde diciembre de 2001” calificándolo como “tremendo” debido a la situación institucional del país.

“Kirchner respondió a eso -prosiguió Verbitsky-, yo lo entrevisté y publiqué la reunión que él había tenido con Escribano durante la campaña electoral, en la que Escribano le planteó un pliego de condiciones del diario La Nación”. El periodista leyó entonces las condiciones, entre las que aparecían: alineación con Estados Unidos; freno de las revisiones sobre la lucha contra la subversión y reivindicación de las Fuerzas Armadas en el contexto histórico en que les tocó actuar; acercamiento al sector empresario; generación de un mejor sistema del control del delito. “Es decir, el diario más antiguo e importante del país chantajea abiertamente a un gobernante, y cuando ese gobernante rechaza las condiciones; vaticina que va a durar un año en el poder”, dedujo y enfatizó: “Desde entonces no ha hecho otra cosa que tratar que su vaticinio se cumpla. Ese es el eje ordenador para entender el rol de La Nación y de su principal socio Clarín, frente a la política argentina”.

Verbitsky fundamentó su concepto señalando que “Clarín y La Nación son socios en dos empresas muy significativas: primero en Papel Prensa, donde el Estado es el socio bobo que no recibe nunca los beneficios porque la empresa no da ganancias; y la otra es Expoagro que mueve anualmente 300 millones de dólares”. Y remarcó: “Son socios en esas dos empresas y han mantenido una línea uniforme frente al gobierno nacional desde 2003 hasta este momento”. En ese orden de cosas, Verbitsky reconoció que “siempre, en todo tiempo y lugar, los medios de comunicación han expresado determinados intereses económicos y han actuado en la vida política de los países en una forma que de alguna manera representa esos intereses”. No obstante distinguió que mientras antes los medios debían responder a la sociedad para poder vender ejemplares, “en esta época los grandes negocios no se hacen vendiendo ejemplares o minutos de publicidad, sino haciendo otros negocios paralelos para los cuales se usan los medios”.

A propósito, recordó una entrevista publicada en Página/12 en la que Néstor Kirchner atribuyó el conflicto con Clarín a la negativa del gobierno a “hacer lobby y presionar para que el grupo se quedara con Telecom”. “Esta es una gran demostración de por dónde pasan los negocios. A veces es importante lo que se dice en los medios, y a veces es importante lo que se calla en los medios”, subrayó el integrante del Consejo Rector de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano que preside Gabriel García Márquez, y añadió: “La novedad de estos años es que esa trama de intereses ha sido puesta en evidencia”.

Dicho eso, Verbitsky retomó su referencia a las expresiones del panel del viernes para aseverar que “muchas de las cosas que se dijeron son muy válidas”. “La idea del periodismo como contrapoder, como cuestionador del poder, me parece absolutamente legítima”, marcó, pero advirtió: “No es lo mismo un periodista que actúa en forma independiente, que critica lo que le parece que tiene que criticar e investiga lo que puede arrojar luz sobre episodios cuestionables; que una campaña sistemática de demolición como la que La Nación y Clarín vienen sosteniendo y que distorsiona el rol que uno piensa que tiene que tener el periodismo”. Y para Verbitsky, el periodismo “es crítico, tiene que ser crítico, está bien que sea crítico; pero no puede de ninguna manera confundirse ni con una operación política ni con una cuestión de negocios”.

Con voces conocidas de alguna de las charlas anteriores de Análisis y otras que decidieron expresarse en esta oportunidad, el debate post disertación se extendió más allá de los 90 minutos. El hielo lo rompió un ciudadano desde el medio de la Sala Mayo con un cuestionamiento que giró en torno a la existencia o no del periodismo independiente. “La independencia absoluta no existe, por cierto, pero hay medidas deseables”, respondió Verbitsky y precisó: “Hay una medida deseable de independencia respecto del gobierno… es muy peligroso que el periodismo se convierta en propaganda del gobierno; y hay una medida deseable de independencia de los intereses económicos. El tema es ver en qué medida el periodista está comprometido con esos intereses económicos o en qué medida está comprometido con intereses sociales más amplios”.

En ese marco, el autor de dieciocho libros de investigación periodística sobre temas políticos, económicos, sociales y militares, aseveró: “Yo cuando escribo estoy pensando que no soy independiente de lo que entiendo que son los intereses populares. Me he equivocado tantas veces en mi vida que no puedo tener ningún grado de soberbia respecto de las lecturas políticas que yo puedo hacer, pero son las que hago pensando en ese actor colectivo que es el pueblo del que formo parte y no en algún interés específico, ya sea de algún gobierno determinado al cual puedo aplaudir por una cantidad de medidas que a mi juicio coinciden con ese interés general, y también criticar por otras”.

En ese sentido, Verbitsky expuso como una estrategia “para medir la independencia de cada uno, cotejar la coherencia en sus posiciones”, y clasificó: “Hay algunos periodistas que son absolutamente coherentes, siempre están de acuerdo con el gobierno sea cual sea; hay otros que son muy incoherentes porque defienden una cantidad de posiciones en una época, y cuando hay un gobierno que revisa alguna de esas cosas lo atacan; y hay otra forma de coherencia que es tener una serie de valores, principios, ideas, convicciones sobre determinados temas y mantenerlos a lo largo del tiempo sea cual sea el gobierno”.

A raíz de la manifestación de Verbitsky, uno de los presentes sintió “curiosidad” y relevándolo de la respuesta, lo incitó a confesar alguna de aquellas equivocaciones que el periodista había admitido. “Recuerdo muchas, pero ya que me relevó de la respuesta para qué sacarlas a pasear”, contestó riendo el columnista de Página/12 y el auditorio respondió a la complicidad con un aplauso, tal y como lo despediría, de pie, y calurosamente.

(La Nota digital)

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