Por Jorge Rulli. El Glifosato es un herbicida sistémico cuya patente era de la empresa Monsanto. En la Argentina se usa ahora una versión china de menor precio y que probablemente deja mayores residuos tóxicos. La Soja RR es una soja manipulada genéticamente para resistir al glifosato. Para ello se le incorporaron genes de la petunia, planta que naturalmente posee una resistencia al herbicida.
La formulación comercial del glifosato por Monsanto se denomina Roundup Ready, formulación en que el glifosato se mezcla con otros insumos sumamente tóxicos que le permiten actuar sobre los vegetales. La Soja RR significa entonces Soja Resistente a Roundup Ready. Si bien durante años las empresas y las asociaciones de siembra directa, dijeron que el glifosato es inocuo, en realidad este herbicida jamás se utiliza solo como tal, sino en una formulación química comercial donde los otros componentes son altamente tóxicos. De todas maneras, crecientes evidencias demuestran que tampoco el glifosato es inocuo y en la Universidad de Paraná se ha probado su fuerte impacto sobre las poblaciones de pequeños anfibios y por lo tanto cómo irrumpe y afecta la cadena biótica. Las fumigaciones en la frontera Colombo ecuatoriana, en zonas absolutamente vírgenes de contaminación, han permitido corroborar los gravísimos impactos del glifosato sobre las poblaciones de la zona. También en todas las localidades argentinas cercanas a sembradíos de soja, se evidencian crecientes casos de dermatitis, asma y en especial muchísimos casos de cáncer.
Nuestra campaña Paren de Fumigar consiste en llevar conciencia a las personas de la vinculación entre sus enfermedades y el modo en que son fumigados. Exponemos entonces los impactos y orientamos denuncias y demandas judiciales. La lucha es compleja porque el modelo de sojización ha colonizado los claustros universitarios, las instituciones de investigación y los despachos judiciales con sus propios valores y resulta polémico el cambiar miradas organizadas para no ver los impactos propios de la agricultura industrial. El modelo de monocultivos de soja para exportación configura una nueva dependencia en los marcos globales del capitalismo, una dependencia que nos fuera asignada en los años noventa por las necesidades de Europa y que hoy se extiende al mercado Chino, necesitado de forrajes para satisfacer con carnes rojas a sus nuevos ricos. Este modelo neocolonial de dependencia a las Corporaciones y los mercados internacionales nos conduce ahora a la producción de agrocombustibles para la exportación, lo que sería la fase superior del modelo de agronegocios y agricultura industrial, e incluye nuevos puertos privados sobre la Hidrovía Paraná Paraguay, la incorporación de fondos de inversión a la vez que una integración vertical de capitales en procura de mayores escalas y de vinculación de la producción de soja con el complejo aceitero exportador y con la producción masiva de carnes en encierro, alimentadas en los mismo puertos, con los deshechos húmedos de la fabricación de biocombustibles.
La posibilidad y el temor de que la producción de combustibles desde la agricultura encarezca los alimentos y aumente el hambre en el mundo, se extiende por las instituciones internacionales y los gobiernos. Nosotros como GRR, alentamos en Europa una moratoria para los cortes de naftas ya anunciados para los próximos años que les obligarán a comprarnos enormes cantidades de estos biocombustibles para mantener su parque automotor. También propugnamos en nuestro país un uso más racional del petróleo que nos resta, que se destine para uso exclusivo del mercado interno, y proponemos el respaldo a desarrollos locales que permitan producciones y comercializaciones sin mayores insumos fósiles, tales como cadenas de frío, packaging y traslados, de tal manera de simplificar el abastecimiento de las poblaciones y el acceso a mercados de cercanías de modos alternativos tales como la tracción a sangre, sin consumo de petróleo. Nosotros tememos que más allá de las discusiones en torno a las retenciones, las próximas etapas de este modelo impliquen mayores amenazas, en especial cuando comienzan a intervenir importantes fondos financieros y cuando los recursos básicos tanto del suelo como del ambiente, comienzan a entrar en una peligrosísima cuenta regresiva, sin que los organismos pertinentes del Estado adviertan a los funcionarios hasta el momento y con suficiente énfasis, el peligro de nuevos colapsos de los ecosistemas y lo que es aún más importante todavía, la creciente muerte de la vida microbiana en los suelos de la zona agrícola y su irreparable pérdida de fósforo y de materias orgánicas.
Rulli es miembro del Grupo de Reflexión Rural
(La Nota digital)













