Hay una Argentina garca, que mora y hace guita dentro de nuestras fronteras pero tiene el alma en cualquier lugar, pero sin dudas afuera del país. Es un resabio del pensamiento oligárquico, el estertor de esas viejas estancieras que odiaban el olor a bosta de sus estancias y no veían la hora de marchar a Europa a tirar manteca al techo con lo que le daban las vaquitas.
Hay una Argentina garca, que desde que no puede usar a los milicos para que hagan el trabajo sucio, se ve compelida a procesar su civismo en la realidad mundana y termina siendo ventrílocua de Del Sel o inspirando a los desaforados que ni compasión tuvieron con los hijos y la esposa de Axel Kicillof.
Hay una Argentina garca que putea si un funcionario viaja en un jet privado y lo escracha si lo hace en Buquebús. Una Argentina que no dialoga y sólo está dispuesta a imponer sus privilegios como política de estado y a hacer tronar el escarmiento si algún gobierno pretende tocárselos sin reparar en los métodos. Todo será avalado si de defender el status quo se trata. Es esa misma Argentina que luego le reclama a los funcionarios que viajen en vuelos de línea.
Hay una Argentina garca que se lamenta por no poder cambiar de país como de empresa de telefonía, una Argentina garca que al comprobar su incapacidad para generar una fuerza política ganadora porque a la hora del cuarto oscuro su voto vale lo mismo que el de un pobre diablo, se brota y está dispuesta a tensar la cuerda todo lo que sea necesario con tal de «rajarlos como sea» del gobierno.
Hay una Argentina garca donde el que tocó bocina cuando murió Néstor se hermana con el que pintó «Viva el cáncer» en 1952; Donde el que escrachó a la familia de Axel Kicillof se representó en ese titular que rezaba «La presidenta fue operada de un cáncer que no tuvo». Una Argentina violenta, un país del odio.
Hay una Argentina garca a la que en tiempos del corralito no le tembló el pulso a la hora de apretar a un anciano como Roberto Aleman en plena city porteña, una Argentina de «ganadores» a como dé lugar, una Argentina de «hacé la tuya total esto siempre fue así y no lo arregla nadie», una Argentina que lamentablemente es bastante hegemónica y convence a más de uno de los que están más atrás en la fila.
Por eso el gran desafío es ser capaces de hacer trizas ese «sentido común»; ser hábiles para demostrar con hechos que no todo es lo mismo, que nada es igual, que hay cosas que se pueden cambiar como ya se cambiaron muchas y que hay otras que no se pudo o se lo hizo mal.
Esa Argentina garca que se expresa en «ganar como sea», esa Argentina donde lo único que importa es el resultado sin importar cómo se juega ya sabemos adónde nos condujo y qué es capaz de hacer (pienso en el llanto de los hijos de Kicillof y me sublevo)
Estamos en medio de una puja compleja, donde no podemos ni aflojar ni caer en las celadas que nos tienden a diario, en consecuencia, más obligados que nunca a sortear los escollos con inteligencia, como lo venimos haciendo, en el marco del orden democrático que es curiosamente lo que más desordena sus conductas y los muestra como lo que verdaderamente son.
En definitiva, este sinfín de exabruptos no es más que la ratificación de que cunde la desesperación, de que se ven jugando feo y encima perdiendo…
(La Nota digital)













