A partir de los impuestos que todos pagamos, aunque un porcentaje de ellos no lleguen al fisco, el Estado financia los servicios que presta a la sociedad. Siendo estos servicios: salud; educación; seguridad; Justicia; etc.

En este punto, cabe aclararse, que quienes jamás pueden evadir un impuesto son los que se encuentran en su rol de consumidores. Ya que quienes les venden los productos que compran, se los venden al precio final que incluye el porcentaje correspondiente a los impuestos, se los facturen y discriminen, o no se los facturen. Muchas veces esos impuestos no llegan al fisco porque el comerciante, vendiendo en negro, se los queda para él. En virtud de lo cual, ve incrementada ilegalmente su ganancia por la transacción económica realizada. Es así como muchas veces, el consumidor, jugando un rol de cómplice del comerciante, deja de exigirle el ticket o la factura donde está discriminado el impuesto. Comportándose como cómplice del comerciante, colaborando a que este haga suyo los dineros que como impuestos deberían ir a parar a las arcas del Estado. Ayudándolo con su complicidad, a que el Estado tenga menos posibilidades de que sus servicios prestados tengan la calidad que debieran tener. Es decir, que esta complicidad con el evasor, le permitiría al consumidor ser tratado preferencialmente por quien es su cómplice. Cómplice cliente, que de ninguna manera participa del monto de dinero evadido. Esta complicidad muchas veces es en reconocimiento al financiamiento que mediante el fiado le permite al cliente hacerse del producto comercializado, con la promesa de ser saldada su deuda todos los fines de mes, cuando cierren las libretas donde se anotan los retiros de los distintos productos realizados todos los días, por algún miembro de la familia. Un financiamiento que también es calculado en el precio final del producto muy por encima del costo del financiamiento normal o habitual. Es así como el poder del comerciante que financia la venta de sus productos, lo hace valer condicionando al cliente a comportarse en función de su beneficio, dejando de reclamarle la factura o el ticket. Comprobantes que no son reclamados entre otras cosas por asumir su debilidad frente al comerciante, a quien quiere demostrar su fidelidad. Cabe señalar, que muchas veces quienes así actúan, reciben beneficios del Estado y aún así, prefieren congraciarse con el evasor, haciéndole un guiño de complicidad, dejando de defender los intereses de quien verdaderamente es su aliado y sostenedor. Escupiendo de esa manera, hacia arriba. Escupitajo que no tardará mucho tiempo en caerle en el rostro cuando la ley de la gravedad inexorablemente actue. Es que existe en las personas, el concepto de que el Estado es la autoridad a la que hay que transgredir y castigar, colocándose al lado del integrante del barrio que funciona como comerciante que tiene un contacto humano con su persona. Alianza que le permitiría en determinado momento recibir sus favores cuando la situación económica personal, lo apriete. Al cliente que exige el tickets o la factura, lo hacen sentir un alcahuete del Estado. Un buchón, o un ortiva u ortiba. Palabra que tiene origen carcelario y que resulta de dar vuelta la palabra batidor. Palabra que se aplica a los policías y a los informantes en los barrios marginales, donde funcionan poderes también marginales, que suplantan a los poderes del Estado.

Eugenio García

(La Nota digital)

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