Es más que evidente que las creencias son las que conducen nuestro accionar y direccionan nuestro rumbo. Quienes las instalan, lo hacen provistos de una enormidad de medios económicos tecnológicos y simbólicos, que llevan a las personas en general a aceptarlas y a utilizarlas como si fueran una brújula para su desempeño cotidiano.
Hace algunas décadas, se empezó a instalar la creencia que era la prohibición del consumo de ciertas sustancias la que incentivaba a ser consumidas. Es decir, que se creía, que apenas fueran permitidas, el interés de las generaciones más jóvenes por su consumo, desaparecería. Se ponía de ejemplo, a los años de Ley seca en los EE.UU y la eliminación de la prohibición posterior. Hoy es el alcohol la sustancia más consumida por los más jóvenes, siendo aceptado su consumo por los miembros mayores de la familia, quienes ya no actúan como obstáculos para que la sustancia sea consumida en enormes proporciones dentro de la propia casa, por considerar a su consumo, como algo absolutamente natural y un signo de estos tiempos. Es decir, que una vez que fueran derribados todos los impedimentos culturales, el efecto resultó ser el contrario al por todos esperado. Pudiendo observarse que mientras algunas sustancias están muy cerca de ser permitidas para su libre consumo, otras como el alcohol y el tabaco son prohibidas en determinadas circunstancias. Siendo el tabaco el más acorralado -si cabe la expresión- para que deje de consumirse en lugares cerrados y también en algunos espacios públicos. Algo que se ha logrado en un alto porcentaje. Con el alcohol se han tomado estrictas medidas de prohibición durante el tiempo de manejo de vehículos en la vía pública. Por el contrario, el consumo de marihuana irrumpe con gran fuerza preanunciando su aceptación legal por parte de los Estados, además de su producción para su posterior puesta en el mercado por parte del mismo Estado como sucederá próximamente en el Uruguay.
Luego de que sea cada vez más aceptado su consumo como sustancia recreativa y medicinal, además de ser considerada poco nociva para la salud. Proponiéndose la organización estatal en el Uruguay, colocarse en el lugar de competidor del narcotráfico, con abiertas intenciones de disputarle el mercado consumidor.
Planificando producirlo y distribuirlo, en la creencia que de esa manera desalentará el consumo de drogas mucho más peligrosas para la salud de la población adicta a las sustancias. También, creyendo o haciendo creer, que de esa manera debilitará a las redes de producción y distribución ilegales. Algo que abre enormes interrogantes sobre su efectivo resultado.
(La Nota digital)













