Que el Poder Tribunal tiene una lógica de puntero en la villa no se le escapa a nadie que merodee los círculos de poder, estatal o económico, de la Argentina. Esto no habla mal de los punteros de las villas, habla mal de la mala distribución de los recursos económicos y simbólicos de nuestra sociedad.

Dicho de manera más fácil: cualquier juez que hace política negando que hace política en general busca más su propia conveniencia, prestando atención a los fluctuantes climas ideológicos y a las variables encuestas de opinión, y actúa como el puntero que empieza a abandonar al concejal cuando ve que las cosas están comenzando a cambiar en la interna.

Mientras tanto, frena que la mercadería “baje” o reclama, si es necesario, más mercadería. Bajo cuerda, también negocia su lugar en el esquema, en forma de contratos para sí, prebendas, o para sus familiares.

Esto hace funcionar el sistema. Entonces los conservadores del Poder Tribunal, herederos directos y literarios de la aristocracia anterior a la Revolución Francesa que da origen a la democracia, empiezan, para el territorio de sus causas, a definir el rumbo del gobierno. En el caso del puntero, para su barrio. En el caso del juez, para la causa que la corporación de abogados les negoció, aunque a veces hay sorteos.

Cristina calificó de “fácil” la tarea del juez. Es una apreciación correcta, que abarca los pocos días al año que el juez trabaja. Tomando el año completo, más que fácil es una tarea de una vagancia envidiable. En eso se diferencian de los punteros políticos.

Y tienen, además, otra diferencia fundamental. Además de que los punteros, a diferencia de los militantes, trabajan de eso; los jueces, a diferencia de los abogados, viven de eso, pero mientras trabajan otros. Los empleados de tribunales. Además de esa diferencia, hay otra más grosera. Ambos, en trazos gruesos, los punteros y los jueces, favorecen el mantenimiento de la desigualdad social.

Pero unos y otros trabajan para sectores sociales distintos y extremos. Los punteros, para los más pobres. Los jueces, para los más ricos.

Ambos, a la vez, se necesitan. Por eso los punteros nunca van presos y los jueces nunca bajan al territorio. Saben, son conscientes, de que en ambos extremos de la pirámide social injusta se retroalimentan.

Después vienen, casi como anécdotas, las cosas que van sucediendo: entre el bien público, el patrimonio de todos, por ejemplo, en el caso de Aerolíneas Argentinas (con una conducción firme por parte de Mariano Recalde) y, por ejemplo, una multinacional extranjera mezclada por el poder político de Chile y los Estados Unidos. ¿Por quién les parece que bregará el puntero judicial?

Fuente: Lucas Carrasco – Crónica

(La Nota digital)

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