Hay porteños cuyos ingre­sos personales oscilan en­tre los 30.000 o 45.000 pe­sos y pagan, de gas privado pero subsidiado por el Es­tado, menos de 50 pesos mensuales. Este despropó­sito debe corregirse. Lo in­tentó Cristina tras las elec­ciones de 2011, donde ob­tuvo el 55% de los votos.

Por Lucas Carrasco.

La demanda energética creciente está a punto de generar un déficit fiscal que, para los conservado­res, debe corregirse en la inversión social. En la ar­chiconocida receta del ajuste.

La Argentina (por suerte) no tiene acceso al crédito internacional, por lo que habrá que corregir las cuentas estatales dentro del país. Y esos subsidios, que durante un tiempo me­tieron el combustible nece­sario al consumo y así a la economía toda, hoy la es­tán prendiendo fuego.

Sin los extremos del tarifa­zo de Macri tras el históri­co y elogiable traspaso del subte del gobierno a la intendencia porteña, quizás es necesaria también una corrección en el transporte metropolitano que paga todo el país. Más cuando, en buena hora, el gobierno nacional quitó las conce­siones a los sospechosos de responsabilidad en sinies­tros de trenes y ultraproba­dos ineficientes empresa­rios de la patria contratista.

SUBSIDIO AL PATRON

Lo que en su momento sir­vió para sostener la emer­gencia, luego el empleo, hoy, en las tarifas del trans­porte, quizá subsidia al em­pleador. Que puede pagar, en las zonas urbanas más ricas del país, un salario ba­jo, a menudo en negro, porque el transporte del trabajador está baratísimo. Pero un trabajador de las zonas más pobres del país, por ejemplo en el norte, no tiene ese subsidio de trans­porte. Podrían construirse nuevos trenes en el norte, pero sería la misma situa­ción: en San Salvador de Jujuy, por ejemplo, ir a tra­ bajar desde un barrio al centro puede hacerse, per­fectamente, a pie.

En Paraná, la capital de Entre Ríos donde resido la mitad de la semana, los tra­bajadores, por ejemplo, de los comercios, aún vuelven a su casa durante el al­muerzo. Luego de una buena y nutritiva comida cocinada familiarmente, duermen la siesta. Y parten de nuevo al trabajo.

Esa costumbre es imposi­ble trabajando en Palermo y viviendo en Moreno. Con lo cual, además, se encare­ce el almuerzo.

Estas “distorsiones”, por llamarlas de algún modo, son producto de 10 años de crecimiento a tasas de casi el 10 por ciento. Con lo cual, el país duplicó su pro­ducto bruto interno, es de­cir, la riqueza total de la Argentina. Ahora hay que mejorar su distribución in­terna.

Con menos votos de aquel 55%, sean los resultados que sean en octubre y por las causas que sean, hoy tiene carácter progresista corregir esos precios. Que quedaron prácticamente congelados cuando las pa­ritarias del propio Estado aumentaban salarios a casi un cuarto por año. Es de­cir, no es el Indec, sino el Ministerio de Trabajo el que reconoce una inflación del 25%. Con ese mismo criterio, el congelamiento de precios subsidiados hoy tiene un carácter reaccio­nario.

De esa manera, además, puede abordarse la necesa­ria discusión en torno al IVA, por ejemplo, en los alimentos. El IVA es del 21% tanto si se compra un yate como un kilo de fide­os.

Otro de los ítems a tener en cuenta es la baja, duran­te el menemismo, de los aportes patronales, lo que los empresarios deben tri­butar por cada trabajador. Se hizo para crear empleo durante el menemismo. Resultado: mayor desem­pleo, mayor riqueza de los empresarios con empresas que se empobrecían. Y un estado que enflaqueció.

El menemismo es el mejor ejemplo de que destruir es relativamente fácil, recons­truir es complejísimo y lle­va tiempo. Justamente por eso.

Fuente: Crónica

(La Nota digital)

——————————–

Para suscribirte con $ 1500/mes a LNd hace click aquí

Tendencias