El país ha cambiado bastante y lo seguirá haciendo en el futuro si persiste en motorizar las políticas que lo transformen definitivamente en un país industrial.
Un país industrial que fuera abandonado a partir de la aplicación del modelo neoliberal que terminó por llevarnos a la bancarrota a principios de este siglo. Un país neoliberal que se resiste a abandonarnos y siempre amenaza con volver a instalarse. Fundamentalmente porque existen grandes intereses de dentro y de fuera de nuestra geografía que se oponen a que logremos desarrollar todo nuestro potencial. Uno de los mayores lastres dejado por el neoliberalismo es habernos contaminado el territorio de nuestra subjetividad con creencias que tanto mal nos hacen. Una de esas minas anti-desarrollo es haber instalado en las mentes de las nuevas generaciones su desagrado por la matemática y por las materias científico-tecnológicas que requieren un mayor esfuerzo por el contenido abstracto de las mismas. Que, como no podía ser de otra manera, plantean mayores dificultades para incorporarlas, requiriendo de un mayor esfuerzo y dedicación. El latiguillo utilizado por la inmensa mayoría de niños y jóvenes es que: “esto no me gusta”. Como si las materias incluidas en los planes de estudios integraran una carta de restaurante, donde los comensales eligen según sus preferencias, entre la totalidad de las ofertas gastronómicas ofrecidas. Esa respuesta de moda entre los jóvenes, produce un hiato entre quienes se niegan a aprehender y quienes lo hacen, que son una minoría. Siendo, los que lo hacen, descalificados por quienes se resisten, blandiendo la bandera de los más facilistas del sistema educativo. Otro de los latiguillos es: “esto para que me va a servir”. Como si conocieran el futuro al igual que las pitonisas cuando escudriñan la bola de cristal. Es decir que lo debe hacerse, lo más urgentemente posible, es desactivar esas minas anti-desarrollo que nos producen tantas bajas de recursos humanos capacitados, demandados sin respuestas por nuestro sistema productivo, por parte del sistema educativo. Para colmo, los medios masivos de comunicación, difunden hasta el hartazgo, los hechos policiales que tanto atraen a la teleaudiencia, debido al morbo que producen con su tratamiento. Donde los abogados son las estrellas de ese espectáculo elegido preferentemente por sobre todos los demás. Resultando así como los jóvenes prefieren muchísimo más, la carrera de Abogacía, debido fundamentalmente, a que no emplean matemática para el cursado de la carrera como así tampoco para su ejercicio profesional. Esto que nos pasa, les pasa también a otros países de la región, algo que no debe ser motivo de consuelo (*).
(*) http://leonardohaberkorn.blogspot.com.ar/2013/01/mi-hijo-el-ingeniero.html
(La Nota digital)













