Un total de cinco jóvenes residentes en la zona de Puerto Viejo fueron detenidos esta mañana, cerca de las 9, por personal policial, involucrados en el asesinato del contador público Ricardo Lizarraga, de 62 años, ocurrido en la madrugada del viernes en Paraná. La mayoría de ellos son menores de edad, de entre 15 y 18 años.

El hombre perseguía en su auto a quienes le robaron la moto a su hijo. La información fue confirmada por un alto funcionario de la fuerza policial al sitio Análisis. De hecho, horas antes el jefe de Operaciones y Seguridad de la provincia, Gustavo Maslein, reveló que los investigadores tenían pistas firmes para dar con los autores del robo y posterior homicidio. Al mismo tiempo, aportó que Hernán Lizarraga, el hijo de la víctima, de 26 años, “cuando llegó a su domicilio, el día del hecho fatal, fue abordado por tres motos con seis ocupantes quienes cometen el hecho de la sustracción de la moto, y luego se dan a la fuga. Posteriormente con su padre, hacen la persecución teniendo luego el desenlace triste y trágico”. Agregó que los delincuentes actuaron “a cara descubierta”, informó El Once.

Los hechos

Hernán Lizarraga, alrededor de las 2.30 regresaba a su vivienda por Avenida Estrada. En la esquina de Anacleto Medina estaban apostadas seis personas en tres motos. Él observó que comenzaron a perseguirlo y aceleró. Al parecer los perdió de vista, pero al llegar a su casa, en Estrada al 3000, los asaltantes no se demoraron y lo abordaron antes de que ingresara. Le apuntaron con un arma de fuego y él les entregó el vehículo. Uno de los ladrones se subió y todos huyeron.

En seguida Hernán entró y despertó a su padre. Le contó que le robaron la moto en la puerta y ambos, indignados por la situación, subieron al auto Peugeot 505 y salieron a buscar a los delincuentes. A las pocas cuadras los encontraron y comenzaron a perseguirlos. Se les acercaron y por la ventanilla el joven les reclamaba que le devolvieran la moto. A mitad de camino, uno de ellos efectuó un disparo de arma de fuego para disuadirlos, pero el balazo se perdió en la oscuridad.

La XR 400 había sido abandonada contra un paredón a la altura de la fábrica de portland, porque se ahogó y se apagó el motor. No supieron cebarla para volver a arrancarla y la dejaron. Pero el padre y su hijo, desesperados por recuperarla, no lo advirtieron y siguieron adelante en la persecución.

Cuando llegaban a toda velocidad a Puerto Viejo, uno de los ladrones que iba de acompañante en una moto se dio vuelta, apuntó con una pistola calibre 9 milímetros en una mano y disparó. El balazo atravesó el parabrisas e impactó en el cuello de Ricardo, que iba al volante. En pocos segundos el hombre se desvaneció, el auto se descontroló y terminó contra una vivienda. Por la velocidad, se subió a una vereda, pasó un cantero y se incrustó en una pared, al costado de un garage. Hizo un agujero en la misma del tamaño de la trompa del vehículo, y a su vez impactó contra el costado de un auto que estaba allí estacionado.

Ricardo perdía mucha sangre. Su hijo en estado de desesperación intentaba ayudarlo. No podía salir por su puerta, por lo que salió por atrás. Pedía a gritos que alguien lo ayudara, golpeaba las ventanas de las casas, pero nadie salía. Los vecinos habían escuchado el disparo y luego el estruendo del impacto del auto contra la pared y no sabían qué sucedía. Por temor, permanecieron adentro.

Una mujer llamó al 911 y enseguida llegó una camioneta de la Policía. Entonces también salieron algunos vecinos y sacaron a Ricardo del auto. Lo llevaron hasta la vereda, lo subieron al patrullero y lo trasladaron al hospital Domagk de Bajada Grande. Los médicos que lo asistieron constataron que ya había muerto.

(La Nota digital)

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