Angélica «Coca» Antúnez, Carlos Sforza y Dalmiro Sáenz. Crónica de la presentación de 2 libros en Victoria.
El pasado sábado, en el Club Social Victoria, la escritora victoriense Angélica «Coca» Antúnez presentó dos libros de su autoría, el poemario «Pasajero de un destino», cuya presentación estuvo a cargo del escritor Carlos Sforza, y el segundo es el volumen de cuentos «Te moriste… pelotuda», presentado por Dalmiro Sáenz.Sin dudas, uno de los puntos más atractivos de la presentación fue la presencia del reconocido escritor Dalmiro Sáenz, de quien Antúnez es discípula.
Luego de la presentación del poemario, Sáenz se hizo cargo del discurso de presentación de la autora, y en una exposición plagada de ironías planteó su visión acerca de la poesía.
La transgresión
El poeta -sostuvo Sáenz- se nutre de la maldad, de todas las cosas inaceptables. Los pueblos felices no tienen poetas, no tiene artistas. No hay artistas en Canadá, en Australia, ni en Suiza. El arte se nutre de la injusticia y de las quejas, se nutre del pecado. En un mundo sin pecado no habría virtud, no habría anticuerpos.
Dice una vieja historia que se encuentran un italiano y un suizo y el italiano dice:
«nosotros tuvimos quinientos años de golpes de estado, envenenamientos, negociados, en los que produjimos un Miguel Ángel, un Leonardo, un Rafael… ustedes tuvieron quinientos años de paz ¿y qué han hecho?, dos marcas de queso y relojes cu-cú.
Coca (por Angélica Antúnez, la poeta cuya obra presentaba) es como esta provincia. Esta provincia parió a la Argentina, y es una provincia de niños crueles. Nadie tiene una historia más salvaje que Uruguay y Entre Ríos.
El tipo de poesía que tiene Angélica Antúnez, es la antipoesía del anticuerpo. Genera una forma de pensamiento basada en el elogio a la moral que nos hacemos.
El escondite de lo obvioPara explicar este concepto, recurrió a ejemplos bíblicos, destacando que en el Evangelio no se menciona a los esclavos, pero no porque no estuvieran, porque estaban en todos lados, sino porque eran parte del paisaje, no hacía falta referirse a ellos.
El elogio de no pensar
En su discurso, Dalmiro Sáenz destacó la importancia del «no pensar» como parte de oficio del poeta.El «no pensar», lejos de lo que se pueda imaginar al respecto, no consiste en la apología de la estupidez, sino en la desmitificación de la razón y la revalorización de los sentimientos.
Dio varios ejemplos históricos al respecto. El primero es de los últimos tiempos de Hitler, cuando cambió de funciones a sus principales hombres, poniéndolos a hacer lo que no sabían. De esa manera, cuando los aliados los capturaron, se encontraron con un buen número de hombres inteligentes que no servían para nada, simplemente porque eran esclavos de sus habilidades, siendo inútiles cuando se necesitaban otras.
El otro ejemplo lo tomó de la guerra de Viet Nam, afirmando que los norteamericanos notaron que los norvietnamitas llevaban siempre una bolsa de nylon, y cuando les preguntaban para qué era contestaban que cargaba la misma cantidad de agua que una cantimplora, pero que cuando se vaciaba la podían doblar sin que moleste, la encontraban en cualquier lugar, la podían usar de almohada, y para cargar pequeñas cosas. Entonces los norteamericanos se preguntaban cómo sus genios militares no podían ver cosas tan simples.
Entonces empezaron a notar la importancia del «no saber». Tan importante es que ellos atribuyen su derrota a la ignorancia de los vietnamitas, porque la definición de victoria que tiene occidente es la siguiente: «vencer es convencer al enemigo de que ha perdido», y ellos querían convencer a los vietnamitas que habían perdido, simplemente porque no podían imaginar que un pueblo de agricultores pudiera vencer a una potencia militar.
Esa es la importancia del «no pensar», en el sentido de no saber, de las carencias que requieren ser solucionadas y encuentran respuestas novedosas, asombrosas, y no nos atan a esquemas prefijados.
Eso, dijo Sáenz, es lo que tienen lo poetas. No tienen un pensamiento, una inteligencia, sino un «sentir» que enfrenta el «pensar».
La poesía es un canto a las carencias que patea todo el entrenamiento de lógica que tiene el ser humano.
Cuanto más tiene una persona menos puede crear. La acumulación de conocimientos es un signo de cobardía, como un miedo a no tener, una voracidad, una forma de codicia.
El aceptar que acumular conocimientos es un vicio cuesta mucho. Los chicos son los únicos que manejan bien eso. Al mejor alumno de la mejor escuela argentina le preguntás algo elemental del año anterior, y no tiene la menor idea, se lo sacó de su cabeza, a pesar que se sacó diez en el examen porque tuvo que estudiarlo.
Borges manejaba muy bien eso. Nunca estudió nada pero leía lo que quería.
El no saber es un espacio vacío para llenarlo, porque toda cosa que no crece, muere, y cuando uno sabe algo lo mata, porque la certeza mata a la pregunta. Lo importante del ser humano no es lo que sabe, sino lo que no sabe. Lo importante es su capacidad de preguntarse.
Einstein decía que nunca gasto mi inteligencia en algo que puedo encontrar en un libro.El poeta es justamente un canto a esta barbarie, al sentir enfrentando al pensar.
El «no pensar» (y en estos términos lo decimos nosotros, no Sáenz) no es otra cosa que mantener nuestra capacidad de asombro ante la realidad, y negarnos a las respuestas obvias.
El amor
La especie humana tiene integrada la necesidad de amar. El hombre ama, pero nadie ha matado más gente que el que ama, porque el amor es un gran asesino, una enfermedad, pero que vale la pena tenerla.
La virtud es un pacto de convivencia que hacemos, pero donde se nutre la verdadera esencia del hombre es en el pecado.
El mundo está edificado sobre el mal, pero la belleza del hombre no está en no tener pecado, sino en el luchar contra el pecado.
Lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia.
La diferencia entre el amor y el enamoramiento es que enamorarse es enamorarse de uno mismo en el espejo del otro, y ese amor de uno mismo es fundamental para ejercer el amor. El que no se ama a sí mismo no puede amar a los demás.
La poeta
El poeta es una de las personas más falsa que hay, y en esa falsedad está su verdad. Esta personita (por Angélica Antúnez, la poeta cuya obra presentaba) es totalmente mentirosa, pero es muy lindo el personaje que quiere ser, es mucho más lo que quiere ser que lo que es, y en eso está la grandeza del ser humano.
Cuando el escritor hace un personaje y lo quiere hacer malo, se ve el esfuerzo que hace para no quererlo. Es difícil trabajar con ella, porque se empaca, y se hace siempre dueña de la verdad, y enfrentar eso es muy difícil, pero es parte de su música. Es parte de la esencia del artista.
Si uno estudia la vida de Leonardo Da Vinci, da vergüenza. Es un deshonesto, es ladrón, fabrica las catapultas para atacar Florencia, y las murallas para defender Florencia, trabaja para dos países, es un obsecuente con los papas… y es el mayor artista de la humanidad.
La jerarquía de la moral nos ha obligado a decir «esto es bueno y esto es malo», y eso es una prepotencia del hombre al servicio del hombre, no de la moral.
El poeta, amparándose en la belleza de sus palabras dice las cosas más atroces. Coca fabrica la barbarie de sus cuentos por su necesidad de amar. No puede dejar de amar al pecado, porque sin el pecado no existe la virtud.
Pero sin transgresión no hay pecado. Sin transgresión no hay erotismo. Una playa nudista no erotiza nada. Si no está prohibida la cosa no la queremos.
Fuente: Nueva Generación – Edición Nº 113 – 2004
(La Nota digital)















