Gonzalo Rosas Paz escribe cuentos y relatos. Tiene publicado 2 libros (2015). Reside en La Paz, Entre Ríos.

«Rita se pregunta en cuantas bolsas de aquellas que lleva, entraría su cuerpo diseccionado…
Si podría cargarlo o si su peso la abrumaría
Se pregunta que tipo de abismo sideral la lleva a reinventarse de la peor manera posible.
Ahora lleva sobre el cuello una bufanda lindísima que además de abrigarla permite que se vean sus tetas.
Cree que las niñas prostituyéndose y que los rostros rajados de las chicas que creían en los Príncipes de niñas y que son maltratadas, sirven para construir un feminismo que le permite a ella exhibirse sin culpa…
Lo piensa en silencio, y sus ojos brillan malsanos pero imperceptibles por que lleva unas enormes gafas.
Lo piensa mientras, desea con ansias que aquella belleza que no cree propia pero que sabe construir…
Le haga ganar a un chico hermoso y necio que ella pueda meter en una de sus bolsas
Le sienta bien esta ciudad… que ampara a los tipos que buscan prostitutas sin bañarse, a los domingueros con familias paralelas, a las mujerzuelas que sonríen y se jactan de haberle tomado todo a un gil sin haberle dado nada a cambio…
Agarra fuerte las bolsas que lleva, porque en la esquina hay unos negros de mierda que le pueden robar.
Para comprarse droga.
Escucha que le silban y por alguna causa los desprecia, suponiendo que la canción de Arjona que suena, es más sincera. Aun sabiendo que su mujer mas fea, pudo haber sido miss universo.
Ella simula indiferencia para no demostrar asco, y se felicita por ser tan solidaria…
De no haber cruzado la calle y cambiarse de cuadra pese a haberlo deseado.
De repente se cuela una melodía, de un tipo que no es Arjona y que pasa de los cables de su MP3 a sus neuronas, y siente una patada en el cerebro.
Mira el cielo estrellado, y como una esclava cardíaca de aquel enjambre cósmico, se pregunta a que dios corrupto le debe agradecer aquella felicidad tan inmerecida.
Siente una tristeza tan honda como si el vacío interno pudiera comerse a su cuerpo desde adentro.
Una lágrima se le cuela por los ojos que vuelven a brillar malsanos pero imperceptibles porque lleva unas enormes gafas en el medio de aquella avenida oscura».

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(La Nota digital)














