Gonzalo Rosas Paz escribe cuentos y relatos. Tiene publicado 3 libros (2015-16). Reside en La Paz, Entre Ríos.
El sindicato de peluqueros está en alerta permanente porque ex-novia le regaló una nueva máquina de afeitar de origen chino.
JUEVES
Jueves, rutina, mucho trabajo pero al menos soy parte de algo que funciona. A veces gratifica sentirse un engranaje. Mis compañeros son todos varones y solo hay una mujer. Hace poco, se fué un compañero de trabajo con quien solía llevarme bien, pasaré a relatar brevemente su historia:
Lucio pasaba horas postrado frente a una computadora sin nada que hacer. Sus jefes lo consideraban ineficiente. Y al decir verdad, le había costado mucho tiempo y sacrificio sacar provecho de ello. En un comienzo, había intentado superarse, pero luego se dio cuenta de que sería más fácil sacar un rédito de su incompetencia, que ser reconocido por su arduo y exacto trabajo.
Sin embargo este provecho era relativo, pues si bien no padecía estres y se veía eximido de decepcionar y ser reprendido, estar ocioso le producía angustia y desasosiego.
Lo principal en su trabajo era simular que trabajaba. O dicho en otros términos, evitar que sus compañeros cayeran en la cuenta de que estaba sin hacer nada: llevaba papeles de un lado a otro sin ningún propósito. Se esmeraba en atender a gente que no necesitaba su ayuda y en convertir su angustia, en cansancio.
A veces sin que lo vieran se ponía a dibujar y otras veces a escribir. En su mayoría, eran historias relatando los pormenores de que sucedería en su ambiente laboral, si se disparaba un foco infeccioso y sus pares quedaban presos de una terrible peste. Otras, detallaba los destrozos de cada escritorio y de cada persona si aparecía por el techo, una terrible araña gigante.
Aquello era parecido a estar preso, quizás peor, puesto que los reos no necesitaban fingir su libertad. Aunque quizás mejor, ya que el cercenamiento de su libre albedrío, duraba solo unas horas.
Otra cuestión laboral que asediaba a Lucio, era el componente humano, es decir como se llevaba con sus compañeros. A veces la amabilidad desmesurada con la que disfrazaba su inseguridad, hacían que lo tomaran por idiota. Nosotros le hacíamos bromas pesadas o le atribuíamos la culpa de nuestros propios errores.
Supongo que uno de aquellos días Lucio, habría vuelto a su casa totalmente frustrado y habría caído en la cuenta de que sería mejor tomar una aptitud más recia. El resultado fue pésimo sin embargo: sus compañeras mujeres no le hablaron por una semana y uno de sus compañeros, estuvo a punto de asestarle un golpe. No se podía ser amable e inofensivo sin pasar por estúpido y no se podía ser letal sin pecar de injusto. – “la respuesta es el justo medio” nos había dicho una vieja con la que solíamos hablar en el colectivo cuando volvíamos a casa, como si ese “justo medio” fuera una receta de cocina.
Lucio (lo admitía con cierto orgullo) no era un hombre adepto a los términos medios. Y ser así, le producía un sufrimiento continuo.
Luego nos habíamos enterado que comenzó a drogarse para dormir y que iba al trabajo drogado. Estaba mas tranquilo, en otra dimensión casi. Dejó de pretender controlar al mundo y desde ese momento, este se arrojó a sus pies, como una mujer histérica que solo se interesa en nosotros, cuando la maltratamos.
Al poco tiempo, un tío suyo llegó al poder y le dio la posibilidad de ascender y formar parte del cuerpo directivo de las cadenas de farmacia y se fue a vivir a una ciudad mas grande donde se halla la casa central. Sin embargo hemos escuchado que allí también se encierra en su oficina y no hace nada.
También han llegado a nuestros oídos, todo tipo de historias de maltratos hacia sus subordinados. Seguramente habrá comprendido que el justo medio al que aludía aquella anciana, esa estrategia intermedia entre la bondad y el mal humor, era la crueldad.
Otra compañera que tenía se llamaba Lucrecia, era la que atendía al público. Era bastante descortés y se maquillaba demasiado. Tenía la costumbre de maldecir a la gente, antes de que esta se alejara del todo y la escuchaban. Yo que trabajaba adentro, me divertía a veces con estas nimiedades.
Yo le había pagado a dos amigos para que le jugaran una broma. La mejor forma para transformar a los amigos en meros sirvientes y lograr que hagan lo que uno quiera, es hacerles apuestas. Así lo hice y ellos accedieron.
Entraron al local y simularon comprar algo. Uno comenzó a balbucear con el otro, pero con una vos fuerte. El simuló querer silencio pero en realidad sabía que casi estaba gritando. Tan fue así que yo logré escucharlo, desde adentro.
El de repente le dijo al otro chico que estaba con él:
– Yo me la coji a esta mina
Mi compañera lo miró, se indignó al saber que aquello no era cierto y susurrando como para adentro se dijo:
– Que tipo pelotudo
Los dos chicos se fueron y yo me divertí toda la mañana cargando a mi compañera. Luego les pagué a mis amigos.
Recordé en un momento, una situación que habíamos pasado con Marta.
Íbamos caminando hacia la plaza para tomar unos mates, yo le iba diciendo que tenía pésima suerte con las mujeres por que yo era realmente feo, mientras ella intentaba convencerme de lo contrario. De repente entramos a una panadería y ella sin mas, le preguntó a quien atendía si yo era lindo o feo. La chica se sonrojó y dijo que era normal., cosa que no me resultó demasiado alentadora.
Su recuerdo me llenó de alegría, pero a la vez de una melancolía inmunda. Me espantó suponer que el paso del tiempo los iría borrando de a poco. Me puse a recordar algunas frases de escritores que había escuchado sobre la muerte para sacarme aquello de la cabeza. Algunas de ellas eran:
«La muerte es el último mundo que el niño inventa» «El hombre que se expone a la muerte, es realmente consciente de que vive» e incluso una que se me había ocurrido a mí y que luego vi escrita por otra persona, que explicaba que el hombre se salva de la muerte, muriendo. Que basta morir una vez, para ser inmortal.
Ello sin embargo no me ha satisfecho y estoy bastante triste en el día de hoy, a excepción del episodio mencionado que me hizo reír toda la mañana.

(La Nota digital)













