E. M. Romero

El gobierno de Macri está soportando fuertes cacerolazos, en forma de protestas, para con el incremento tarifario dispuesto por el gobierno por el consumo de energía tanto eléctrica como de gas.

En realidad, la cuestión en torno a las tarifas, es unánime la aceptación de la necesidad de su incremento a los fines de disminuir los subsidios para lograr a su vez la disminución del gasto público; lo que ocurre es que para establecer el grado de incremento hacía falta establecer una audiencia pública donde se publicite con claridad y debata el monto de las tarifas y los ítems que la componen ya que las empresas, a pesar de lo bajo de las tarifas, recibieron siempre del Estado los valores necesarios como para la prestación del servicio y los montos necesarios para actualización y mejoras de redes, las cuales en estos últimos diez años no se realizaron, en la mayoría de los casos, siendo prueba de ello los déficit de la prestación de servicios tanto eléctricos como de gas.

Mas allá del debate en torno a la procedencia o no del aumento de las tarifas es bueno señalar que a pesar del incremento comparativamente con otros gastos familiares las tarifas aun resultan “aceptables” ya que solo con observar el gasto de telefonía, televisión por cable, internet o el kilo de carnes de buen corte uno logra comprender que en este análisis comparativo no resultan descabellados los montos en cuestión.

También es bueno señalar que los sectores de menores ingresos tienen, en el caso de la luz, tarifa social y que en el caso del gas la mayoría de estos sectores no tienen gas natural sino que consumen gas de garrafa que por cierto resulta más gravoso; de esto se desprende que el impacto se da en los sectores medios bajo y altos a quienes incrementa notablemente las erogaciones mensuales.

Los cacerolazos son una manera de protesta de las clases medias de donde se desprende que las tarifas afectan a estos sectores los que tendrían ingresos para afrontar las misma.

El problema oculto, en el impacto de las tarifas, es que los sectores medios bajo y altos repentinamente se vieron en obligación de atender una tarifa que se incrementó exageradamente por lo cual han debido restringir fuertemente sus gastos dejando de consumir salidas y esparcimiento o compra de algunos bienes lo cual disminuye las ventas de restaurantes, bares, tiendas, etc. y a su vez el incremento de tarifas aumentó los costos fijos de estos emprendimiento lo que resulta fatal atento a que, caída de venta sumada a gastos fijos más altos, obligan en algunos casos al cierre de negocios; más dramática es la situación de PYMES con alto consumo de electricidad o de gas ya que en algunos casos no pueden continuar con su actividad.

Todo esto origina más desempleo y por ende mayor caída del consumo comenzando un circulo vicioso muy difícil de superar.

Si se le suma el incremento de importaciones que compiten con la pequeña empresa nacional y además que las grandes empresas tanto automotriz como de línea blanca no puede colocar sus saldos en Brasil, habida cuenta de su difícil situación económica y política, la cuestión resulta más alarmante.

El gobierno indica que aprende del error lo difícil, en el caso de las tarifas, es que no existe garantía de cual resultará su carga definitiva y por ende cuáles son sus reales costos; en algunos casos han llevado a que tarifas aun no pagadas ya hallan impactado en la formación de precios que no retrotraerán, a no ser que caiga demasiado el consumo.

Mas allá que se pueden pagar o que resulten comparativamente similares con otros gastos, lo real es que el impacto de tremendo incremento tarifario generará sin dudas profundos daños a la economía.

(La Nota digital)

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