Charla con la escritora entrerriana Selva Almada.

M. Claire

Vi el título en una mesa de una librería de cadena. En la tapa: letras blancas, mechones de pasto como agujas, una mancha de agua turbia: la orilla. No había, en la imagen, rastros de chicas, ni muertas ni vivas, tan solo el sonido atroz de un pedazo de río. “Chicas muertas de Selva Almada, ¿quién escribe algo así?”, pensé mientras lo llevaba a la caja.

Devoro sus libros antes de descubrir que Selva, la autora de Chicas muertas, Ladrilleros, El viento que arrasa, es la misma Selva de mi infancia, la compañera de universidad de mi mamá, la Selva que cada tanto nombran mis abuelos mientras tomamos mate en mis visitas a Paraná. Cuando la leo pienso en la hora de la siesta litoraleña, el agua revuelta de río, brujas y curanderos, en casas bajas, lanchas y costaneras.

Camino por Avenida Medrano hacia nuestro encuentro y me viene a la cabeza una frase escrita por ella: “los recuerdos son así: uno agranda las cosas o las vuelve a ver con ojos de changuito”.

Foto. M. Claire

Nos citamos en Salvaje Federal, su librería del barrio de Almagro, Capital Federal, en un día húmedo, ceniciento: paranaense. Setenta y dos horas atrás, la noticia de la nominación de su novela No es un río al premio Booker, traducida al inglés gracias al Programa Sur de la cancillería argentina, había colmado los ámbitos de la cultura de intentos de defender las artes de una embestida gubernamental que signó los inicios del 2024.

Habla lento pero piensa rápido, no usa muletillas para responder. , arranca Selva, “cuando empecé a escribir, en los 90, solo había grandes editoriales que publicaban pocos autores nuevos. Post 2001 empezó el fenómeno de la editorial independiente y aparecieron otras voces. Buena parte de la vitalidad de la literatura argentina de las últimas dos décadas tiene que ver con la editorial independiente. Ahora es muy caro editar un libro y eso hace que haya menos diversidad de autores”.

Su faena carga con la misión de retratar, con lo más cercano a la justicia, realidades olvidadas. “Salvaje Federal salió por interés de lectora”, dice y emplea, por primera vez, el término al que suele recurrir para hablar de sí misma, “viajé a las ferias de las provincias y conocí editoriales y autores que no llegaban a otros lugares fuera de las regiones en donde se producía esa literatura. Tenía ganas de que eso se conociera. Es más bien un proyecto cultural de difusión de la literatura de las provincias”.

“Siento rechazo por la literatura regional con gente que habla de un modo casi caricaturesco, poniendo el acento en el pintoresquismo de los personajes en lugar de ir a la profundidad”, dice sobre este enfoque particular. “Por eso lo que apareció vinculado a lo autobiográfico me gustó. Tiene que ver con ese paisaje no solo geográfico sino también con el lenguaje, la oralidad, con cómo hablaban mis tías o la música que escuchaban”.

Suenan, en el silencio atroz de ese río que no es un río, las voces de sus tías, cigarras, un chamamé. Indago sobre su interés por las historias de mujeres, de niñas, de chicas muertas. “Siempre me sentí cercana a las mujeres y por cómo transitan su propia vida. En el pueblo estaba todo reglamentado si eras una mujer. Cuando terminé el secundario pude ir a estudiar a Paraná y el primer año viví en una pensión muy bizarra en la que pude ver eso que yo intuía: que el mundo era más amplio, más diverso, que había otros tipos de vida y no solo lo que parecía que era lo que estábamos predestinadas a hacer”.

Dice que siempre tuvo un pensamiento feminista, que en el 2008 entró en contacto con los movimientos, que piensa que habrá un retroceso enorme en materia de derechos, que hay que ver cómo salvar lo que se pueda. “Las que vivimos acá en Capital Federal creemos que todas son feministas a lo largo y lo ancho del país y no es verdad. Evidentemente no todo estaba tan claro para todos y no había un consenso sobre muchos temas: ni sobre el aborto, ni sobre la dictadura, ni sobre el lugar de las mujeres”.

A fines de marzo del 2024, en este escenario de contradicciones, de dudas, debuta en cines El viento que arrasa, dirigida por Paula Hernández y basada en su novela. “Hinde Pomeraniec nos preguntó, en una charla, cómo se estrena una película en este contexto. Nosotras creemos que es el mejor momento para hacerlo porque es una resistencia a esta avanzada de falta de empatía, de falta de interés. Hay que seguir escribiendo y publicando libros, seguir estrenando películas, seguir haciendo cosas que sirvan como discurso crítico”.

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