Diálogo con Juan María “Pirungo” Martínez

D. M. F.

Mientras Don Pirungo se arregla el audífono, yo me voy acomodando en el sillón de su living. Aunque más que living parece una galería de arte: rodeados de tintas, óleos y acuarelas, nos aprestamos a charlar sobre su historia, el arte y la figura de su hermano, Linares Cardozo.

“No sé de dónde viene Pirungo, me lo pusieron de chico” contesta Juan María Martínez cuando le pregunto por su apodo y acto seguido me comenta que fue “nacido y malcriado en La Paz y andariego por varios barrios” ya que la familia Martínez-Solís alquiló alternativamente en distintos lugares de la ciudad. “Vivimos en el Puerto, en la Feria, cerca de la cancha de Patronato… luego de casarme viví en la zona rural ejerciendo el magisterio: Viscacheras, San Gustavo” dice y agrega con orgullo, “soy maestro Alberdino”.

En la región y por estos días, son tres los baluartes de la pintura litoraleña: Narciso Cena, Ricardo Fleitas y Don Pirungo. Y fue ésta una de las causas de mi presencia en su casa. “Soy un aficionado, no sé mucho de pintura” afirma, demostrando la humildad de un avezado artista. “Es una distracción que se acentuó después de mi jubilación. Siempre me gustó el dibujo; la pintura se afirmó en mi relación con Linares ya que él siempre me dio aliento y me inculcó entusiasmo por la pintura”. Prosigue: “Mi amor por la plástica viene de lejos, desgraciadamente siendo joven pude dedicarle poco tiempo ya que mi trabajo real era la docencia rural y luego la supervisión de escuelas”.

Don Pirungo nació en el año 1924, es decir que lleva 78 abriles bastantes bien puestos, a pesar de algunas malas jugadas del “cuore”. Pero sin duda la jovialidad que demuestra en el “hacer plástico” es una bocanada de aire puro y de espíritu pleno que lo ayudan a sobrellevar ese dicho popular que reza “los años no vienen solos”.

“Mi atelier está un poco derruido y estoy pintando poco. Generalmente utilizo óleos y hago algo de acuarela porque es muy difícil. En cambio el óleo da la oportunidad de raspar y pintar de nuevo si uno se equivoca” reflexiona. “Me gusta mucho el paisaje de río, el hombre y su río; antes caminaba mucho y salía a pintar pero ahora no puedo bajar y subir barrancas, ahora tomo fotografías y luego pinto”.

Los cuadros que dan vida al living muestran muchos paisajes de río, riachuelos, campo y barrios paceños, pinceladas vivas que invitan al observador a re-encontrarse con su entorno.

Don Juan María ha participado en los “Salones Linares Cardozo” auspiciados por la Dirección de Cultura Municipal. Tiene en su haber un 2° premio de dicho certamen.

Se reconoce adepto de Bernardo Quirós, Quinquela Martín y el santafesino Arancio.

“Hace falta una escuela de arte, un lugar que abarque todas las inquietudes culturales de nuestro pueblo que ya se ha convertido en una ciudad grande. Hay muchos niños y jóvenes de nuestra zona que necesitan cultivar el arte en general porque hay personas que tienen un fuerte talento que hay que descubrir y abonar” indica Don Pirungo.

“Pinto porque me gusta. En ese momento uno se abstrae de todo, se aparta y se entrega, se entretiene… siempre me gusta instalarme a mirar las obras que he hecho… y pensarlas” manifiesta con entusiasmo y continúa: “En nuestra provincia hay muchos talentos que están marginados sin ningún apoyo del Estado… nunca pedí subsidios ni becas, pero hay muchísimos artistas que lo merecen. Yo me distraigo comprando cartones, preparándolos, pintándolos y finalmente haciendo los marcos de los cuadros… Ahora –por los costos- es bastante prohibitivo hacer óleos y ni que hablar de comprar buenos marcos” afirma Pirungo.

Este artista paceño nunca tuvo alumnos aunque en algún momento –antes de las amenazas del cuore- pensó en enseñar a chicos de la ribera que demostraran amor por la pintura.

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FAMILIA DE ARTISTAS

“Nuestra casa paterna era visitada asiduamente por amigos. En la mesa de los domingos siempre había algún cantor y musiquero, por ejemplo, Don Silvano y el cieguito Valengo -que tocaba el acordeón. Así, desde niños le tomamos el gusto a la experiencia del encuentro entre amigos” dice.

El hermano más reconocido de Juan María es el maestro Linares Cardozo, anotado en el registro civil como Rubén Manuel Martínez.

Al padre de esta familia de seis hijos le gustaba la música y tocaba la guitarra, a la madre le gustaba el dibujo y el canto –tocaba el bandolín y la guitarra-, podemos decir que hay una historia de gusto por el arte que mamaron todos los Martínez.

“Mis dos hermanas, Elsa y Chela, cantaban hermoso, Lindolfo era alfarero… Ramón fue el único que no se dedicó a la cuestión artística… Rubén descolló por su visión de superación y trascendencia: cuando terminó el bachillerato dijo que La Paz era muy pequeña y que para triunfar había que irse a Buenos Aires. Luego cambiaría esa visión y afirmaría que el triunfo se logra en el terruño” declara Juan María.

En Buenos Aires, Don Linares cargó bolsas de lana en el frigorífico La Negra y vivió situaciones difíciles por eso se vuelve a Entre Ríos y se afinca en Paraná donde tenía un grupo de amigos preocupados por la Cultura litoraleña: allí le dieron una mano. Entonces, Linares estudia el profesorado de Filosofía, trabaja en el Juzgado y también en la Policía entrerriana. “Nunca hizo arresto alguno, se pasaba conversando con los presos y pintando las paredes de los calabozos… cuando se recibe de Profesor se dedica de lleno a trabajar en la escuela José Martí y en la Escuela de Arte” completa Don Pirungo.

Linares contrae matrimonio con Sara Boemo y conciben dos hijos, se aquerencia en Paraná pero siempre vuelve a su pago norteño, a revivir los buenos momentos con amigos, a recorrer sus calles y aspirar su aire costero. El Maestro, entonces, se dedica a recorrer la geografía entrerriana y argentina divulgando la Cultura litoraleña como una forma de aportar y de rescatar el Espíritu popular tantas veces relegado por falsos profetas.

“Linares salía a la costa y se pasaba horas charlando con pescadores, dialogando con canoeros, compartiendo comidas, aprendiendo siempre el sentir cotidiano de nuestra gente” afirma y termina: “Cada vez que escucho las canciones de Linares me gustan más porque ha logrado unir el estudio exhaustivo de la costumbre con el toque personal y creativo”.

Los honores a Linares han sido infinitos: plazas, monolitos, premios, homenajes, calles… El maestro nació un 29 de octubre y en esa fecha se instauró el Día de la Chamarrita. Por cierto, el homenaje más profundo es ser el emblema del alma entrerriana en poemas y canciones como Peoncito de estancia, El espinelero, Lázaro Blanco, Canción de cuna costera, La chamarrita entrerriana, Chamarrita del Chupín, entre otras.

“Chiquita” Vellano, esposa de Pirungo, comenta que “en homenajes póstumos hechos en la Iglesia local se ha revalorizado la obra de Linares leyendo su poesía (Desprendimiento) e interpretando canciones con músicos paceños… creo que tiene que ver con el alto grado de humanidad y simpleza con que trata la idiosincrasia de la familia, núcleo central de una sociedad sana”.

Para terminar esta sencilla pero cálida nota queda por agregar que la última compañera de Linares Cardozo fue la paranaense Inés Alzua pero quizás el compañero perpetuo sea el majestuoso río Paraná que como un vigilante esmerado protege el descanso eterno del Maestro.

Fuente: Revista Río Bravo, N° 7, diciembre de 2005.

Imagen de Tapa: Obra de Pirungo Martínez.

Fuente: La Nota digital

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