Jarabe de Pico

Enrique M. Martínez

El «jarabismo de pico»

Uno de los más nocivos efectos de la invasión de la televisión, con sus tiempos leves, y peor luego las redes sociales que reclaman frases breves, ideas simples y miden cuantos ojos capta cada mensaje, pero no que les pasa a los cerebros detrás de esos ojos, es el premio sistemático de popularidad al jarabe de pico. Este es un término de mi adolescencia. Al que le resulte raro, busque su interpretación en google que también sirve para enterarse de cosas como ésta.

Descubrí el arte de decir durante largos minutos sin contenido alguno, cuando la necesidad de trabajo me llevó a Bolivia en épocas del Proceso genocida. Allí cualquier político cumplía con esa condición de llenar con palabras huecas el vacío, que seguía eternamente vacío.

Por años hablé del riesgo de «bolivianizar» la política argentina.Jamás me imaginé que la tecnología comunicacional lo iba a facilitar hasta convertirlo en una norma.Por aquel entonces, los jóvenes peronistas, sectariamente, decíamos que esa era una enfermedad de los políticos radicales. La democracia delegativa, en que las unidades básicas y las sociedades de fomento pasaron a ser grupos junta votos, eliminando su componente de canalización de necesidades y reclamos, fue el primer ámbito de contagio para el jarabismo de pico. Luego vino una etapa superior, de integrar radicales con su metodología incorporada. Y finalmente, la culminación, de hacer candidatos preferentes a quienes cumplieran con esa condición de locuacidad extrema y contenido mínimo.

En eso estamos, transitando la cornisa del fracaso de la democracia delegativa y la imperiosa necesidad de retomar una democracia participativa, que supere por lejos un nivel de protagonismo popular, no solo presente sino incluso los históricos de cualquier época.

Donde hay una necesidad hay un derecho. Permitir que se ejerza en plenitud ese derecho es una obligación que no se tapa con palabras. Bajemos del púlpito a los verseros y construyamos nuestro futuro de manera colectiva.

(*) El autor es presidente del Instituto Para la Producción Popular — IPP