J. M.
Lejos habían quedado los tiempos de la pizza y el champagne, agonizaba la década de los noventa y la ciudad de Concordia encabezaba los índices de pobreza y desocupación a nivel nacional.
Todavía recuerdo como si fuera hoy.
La televisión nacional mostraba las imágenes de un corte de ruta en las inmediaciones de Concordia, el plano de la cámara se recortaba sobre las gomas humeantes, la imagen del Chelo Lima con un megáfono y a su lado una mujer embarazada, que alimentaba con más gomas el incipiente fuego.
La imagen me impresionó, esa niña o niño que crecía en el vientre piquetero, sería el fruto de la desocupación, la entrega, las privatizaciones, los ajustes y la marginación de millones de hermanos, que quedaban excluidos del festín de los noventa.
¿Qué futuro le espera? Me pregunté.
Un tiempo después, el Chelo se convirtió en Subcomandante, y apareció en los medios nacionales como el líder del Comando Sabino Navarro, una supuesta célula guerrillera, que después supimos, estaba parapetada detrás del parque San Carlos, en unas ruinas conocidas popularmente como Naranjal de Pereda.
Se terminaba agosto del 2015 y el Chelo Lima, nuevamente aparecía arengando con un megáfono, esta vez en una marcha, pidiendo justicia por una pibita que después de estar desaparecida durante casi un mes, apareció descuartizada, vaya vueltas de la vida, en el mismísimo Naranjal de Pereda.
El crimen, el brutal asesinato de Josefina Inés López, es producto de la violencia de género, pero también, de la marginación y el desamparo que genera la pobreza.
El propio Chelo, me contó con lágrimas en los ojos el final de la historia.
Josefina, no era ni más ni menos, que la niñita que a fines de los noventa, cortaba las rutas anidada en aquel vientre piquetero.
* El relato integra «El oficio de contador», libro que aparecerá el mes que viene.
(La Nota digital)