J. M.
La Queca no lo sabe, seguro que no lo sabe, pero significó, y significa mucho para mí.
Aquella tarde del lunes primero de Julio de 1974, doña Celina de Kofman, por entonces la Directora de la Escuela N° 42 “General Belgrano” de Concordia, salió al patio para decirnos que debíamos retirarnos, porque había muerto Perón.
Creo que ese es mi primer recuerdo de ella, yo tenía 10 años, y para mí, todavía era la Señorita Celina.
Un par de años después, mi abuelo, un albañil que trabajaba en el casco del campo de los Kofman, le contaba en voz baja a mí abuela, entre temeroso, sorprendido y apesadumbrado:
-Al hijo de doña Queca se lo llevaron.
Al poco tiempo, me di cuenta de todo.
Escuché, leí y estudié. Supe que uno de sus hijos era Jorge Oscar Kofman, un estudiante y obrero de 23 años, que fue secuestrado y desaparecido por los milicos en Tucumán.
La Queca, se colocó el pañuelo y se convirtió en la madre de todos.
La encontré en Potosí en 1992, en un acto de repudio por los 500 años de la invasión y el saqueo imperial, en la plaza Urquiza, inaugurando el Reloj de Sol, y no sé cuántas otras veces.
Siempre que la veía, le contaba lo mismo:
-Usted fue mi Directora.
Ella, me apretaba la mano, y me miraba con su sonrisa dulce y franca.
En el 2001, la Queca se va de la organización Madres de Plaza de Mayo, por desacuerdos con su conducción:
-Yo no pertenezco más a la organización, pero toda la vida seré Madre de Plaza de Mayo. Por este motivo, sigo usando el pañuelo. Nosotras en el interior del país no manejamos ni un peso. -Dijo en ese momento, con el mismo tono con el que años antes nos anunciara la muerte de Perón, en el patio de la escuela.
Con sus más de 90 años, la Queca sigue marchando, con su pañuelo blanco, y su dignidad.
No lo sabe, qué más da, pero significa mucho para mí.
Del libro «El oficio de contador»
(La Nota digital)