R. Zelarrayán

 

Tal vez no importe tanto,
tu cara se borra sola.
Hay muchas caras en mi vida
que viven borradas
quién sabe hasta cuándo.
Se han borrado poco a poco,
pero en el momento menos esperado,
y a veces en el menos indicado,
vuelven a aparecer por un brevísimo instante
para sumergirse enseguida
en el “¿Dónde estarás ahora?”
con un intenso sobresalto
de mi parte…
Hay días mucho más chicos que otros.
Y hay días muertos,
descolgados,
inútiles,
días que crecen y mueren sin esperanza.
El rostro borrado aparece de pronto
y es, al mismo tiempo,el mismo
y otro,
siempre dispuesto a borrarse
para aparecer otra vez
pero, ¿cuándo?
La música corre como el agua
pero se borra en el aire.
Es difícil acordarse de invierno
en verano
y del verano en invierno,
evocar una melodía remota
a la deriva en el tiempo pasado.
es difícil salvar del olvido
un rostro, una cara
que se ha borrado
y que aparece
el día y el momento menos pensado.
Si uno pudiera manejar la cosa,
Es decir matar definitivamente ese rostro en la memoria,
o evocarlo a voluntad,
todo sería distinto.
El vientito del despecho
ha lijado los relieves,
los ímites de la superficie recortada,
de los diferentes rostros de Ella.
Uno se salva de a ratos

 

R. Zelarayán (Paraná, 1922 — Buenos Aires, 2010. Estudió Medicina en Buenos Aires carrera que más adelante abandonó para trabajar como corrector de una editorial. Trabajó como traductor y periodista. En 1973 fue colaborador de la revista Literal. Es autor de La obsesión del espacio, Poesía, 1973, Traveseando, cuentos infantiles, 1984, La piel del caballo, novela, 1986, Roña criolla, poesía 1991 y Lata peinada, novela, 2008, En Ahora o nunca se reunió su poesía, en 2009.

(La Nota digital)

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