N. Loza
Había pasado un tiempo que no hablaba con ella. Creo que fueron tres o cuatro meses. Era de tarde noche, llovía y estaba depre. Esa era la realidad. Fumé, pensé, miré los libros arriba de la mesa. Había algunos ejemplares de Camus y del existencialismo de posguerra.
Se me ocurrió tuitear una frase a modo de descargo del bajón, mientras preparaba el mate y encendía un cigarrillo. Me acomode al teclado, porque tenía el Twitter abierto ahí y tipeé:
—Ey te fuiste y dónde estás, ahora?
La lluvia era protagonista de la noche oscura. Yo la miraba por la ventana. Había silencio. Una notificación cortó esa armonía descendente. Alguien había respondido:
—¿Pensaste en la otra dimensión todo este tiempo? ¿O pensaste solo en vos?— decía el tweet. Ahí me di cuenta de que estaba en el lugar correcto, del otro lado del abismo, comenzaba a ascender de nuevo. “Gracias, nena”, pensé.
